2014/12/16

Picaflor

Desde los tartesos
No mostraba ni de niño el objeto de su deseo. Había que observarle detenida y seguidamente para ver cuál era su capricho, pues no había lloro y la intención no quedaba transparente a ojos de sus padres, preocupados por sus maniobras para coger las galletas del armario que ya le habían cerrado con llave y evitar así que las comiera a deshoras.  El vacío que dejaba era un misterio y una premonición. Sin abrir la puerta, las galletas se desvanecían. Corría el armario que estaba pegado a la pared, desmontaba su fondo y volvía a dejarlo aparentemente intacto, pero con el botín goloso del interior en sus manos.

Miraba casi de soslayo y con una sonrisa entre divertida e insinuante de muchas posibilidades, captaba la atención. Con el paso de los años aprendió a utilizar de forma más oportuna, más convincente, ese mirar risueño, adornado con una pincelada de ternura. En este punto, decidía aceptar o no el envite que él mismo provocaba con su verbo fácil. Escuchaba y fijaba la mirada en la pupila de su interlocutor, asentía con gestos de comprensión que le hacían ladear la cabeza, subir las cejas y apartar la mirada sin dejar de sentir con un sexto sentido la energía que se estaba liberando.

En los tiempos de libación del polen, utilizaba como un juego de las reacciones la seda de las palabras; los detalles de su comprensión, al escuchar y atender los reclamos;  la esencia de los olores no cargantes, que le ayudaba a embriagar el deseo en los primeros escarceos; la mirada de ojos alegres, en el primer encuentro de las pieles; y el picar de flor, que calmaba  el desahogo más animal que llevaba dentro, hasta que fue alcanzado por  el tiempo en que le inundaba el vacío.

El hedonismo de ayer se transformaba en la languidez de las flores en su adiós de transformación, haciendo perder a Picaflor el sentido de su ser, bajo la soledad profunda de una mirada de desidia primero, e inerte después, ante el espejo.


© Samier 2014 12






2014/11/24

Animales

El agua fría anuncia en otoño el próximo invierno. Se hace acopio de leña antes de que las húmedas lluvia y nieve  visiten las cabañas. El viento se revuelve y trae con él cierto olor a matanza. Dos animales ofrecen sacrificios, hombre y lobo se miran desde lejos, no sin cierto recelo.

Foto: Manuel Ángel Gutierrez

Entre los suyos, uno come carne seca antes de meterse entre pieles para iniciar el viaje de los sueños y otro ve acercase la noche  con un aullido de queja hacia la luna por el forzoso ayuno, antes de hacerse un ovillo en su fría cueva.
La comida está garantiza para uno de ellos al despertar y no tendrá que salir a cazar. El otro no tiene alternativa, vive el día a día, y junto a su manada otea el horizonte y afina el olfato para percibir lo que le trae el viento.

El ganado del hombre parece que no ofrecerá resistencia, una barrera de madera  no es obstáculo. El único problema es el hombre que lanza fuego con sus manos y mata desde lejos. Audacia, sigilo y velocidad son las armas del lobo, junto a la motivación más fuerte del hambre que siente para seguir vivo. Para él, la lucha por la vida es a muerte.

Cuando todavía el alba apuntaba y las sombras eran aún dueñas del bosque, el quinto sentido, la intuición, despertó al hombre, mientras el lobo descendía por la ladera del valle sin hacer ruido, acompañado por sus hembras. Quiso el primero no hacer sangre y salió al encuentro con alimento.  Lo depositó en el lugar donde el viento podía llevar el mensaje y se quedó a la espera, a distancia de salvaguardia.

Con las miradas y el movimiento pausado de ambos animales se limaron resquemores mutuos, hasta que la manada de lobos trajo a los propios cachorros, al fácil alimento del hombre. El tributo de uno, tuvo la recompensa en amistad del otro.


© Samier 2014  24

2014/11/14

Jaqueca 
           
            Sal y silicio caían por sus dedos desde los cabellos mojados de mar. Nubes avaras en agua, tapaban el vacilante sol de un verano interminable. Otro día más con la visión obnubilada le mostraba un mundo de planetas negros al cerrar sus párpados. Un simple rayo de luz reflejado en el cristal le dejó ausente, incomunicado. Entre las pastillas y las inmersiones en la mar recuperaba a ojos cerrados la normalidad de sus venas inflamadas, tras un viaje en otra dimensión de los sentidos.


            Se tumbó sobre la arena, tapó sus ojos con una toalla y empezó a meditar para evadir el dolor punzante que le taladraba, dejándose llevar por el pensamiento de que los días malos también se terminan. Buscó la normalidad en una respiración profunda, que dirigió desde los pies a la nuca. El aire fresco del norte equilibró la temperatura de su cuerpo, haciendo desparecer la electricidad y el sabor metálico que le inundaba, y aunque el dolor golpeada con agujas la membrana de su cerebro, que no quería dejar de sonar, al menos tuvo el consuelo de ser sones en tonos bajos. La inflamación se tornó liviana y el sueño breve fraguó un descanso en la tamborrada.

            Aguas turbulentas de interior, y placidez en la propia mirada. El mero deseo le columpiaba sobre los hilos de la imaginación que desde lo alto de los cipreses tejían las arañas risueñas de felicidad, quienes con sus mil ojos contemplaban la fragmentación controlada de las neuronas que una a una caían en sus redes. A nada podía oponerse, pues esfuerzo y dolor le rompería en pedazos y quería conservar el cuerpo que observaba fuera de si.


            La memoria troceada le mostró la risa aguda de las sirenas borrachas en su escasez de oxígeno, que le dejaban frío, como las sombras en los inviernos de infancia. Mientras, el tiempo había muerto y en su Olimpo de eternidad se vivía el germinar continuo de plantas en suspenso, siempre verdes, siempre dando flor. La primavera era vaivén hacia adelante y hacia atrás, pero a él el  frío no le abandonaba y acolchado en la oscuridad de su dolorida cabeza, vio pasar la Navidad desde la altura de las arañas.


© Samier 2014 11

2014/10/15

Tangibles


Somos los únicos tangibles que quedan en la ciudad, pues el brillo de nuestros ojos nos ha salvado y nos hemos reconocido por la sonrisa mutua de entendimiento. Mi brazo se extiende hasta tomar tu mano, entrelazándose nuestros dedos en un nudo marinero que con el simple deseo de una parte puede deshacerse, pero que nuestro común rumbo afianza para volar en busca del propio refugio que amplía nuestro edén.

Foto de Maurio Granata
© Samier 2014 09

Finalista
I Concurso de Microrrelatos Eróticos
 "Sensaciones y sentidos"
Diversidad Literaria

2014/10/06

Sin energía

Con dolor en los pies al levantarse de la cama, tambaleándose y medio dormido, aún de noche, se dirigió a oscuras hasta la habitación de al lado para no molestar a su mujer. Entró en el baño, cerró la puerta y accionó el interruptor de la luz eléctrica sin que la habitual iluminación de la bombilla le diera la respuesta esperada. ¡Vaya, bombilla fundida!, pensó sin dar importancia al hecho. Sus ojos se habían acostumbrado a la penumbra que anunciaba la próxima luz del día y siguió el aseo habitual sin meter ruido y medio a oscuras. Se dirigió a la cocina para preparar el desayuno, pero el interruptor de la cocina tampoco produjo el efecto esperado de la luz. “¡Coño!”, pensó, “a ver si son las resistencias de la casa, caprichosas ellas que se evaden cuando les peta”. Comprobó el estado de las resistencias y parecían estar bien. Como ya empezaba el alba a perder su nombre, siguió con poca luz, pero con los ojos adaptados. Tenía prisa pues el tiempo se le echaba encima. Peló dos nueces y con ellas en la boca como las ardillas, salió al rellano del piso, pero la lámpara, que con sólo abrir la puerta principal se iluminaba, tampoco funcionó. Otro ¡vaya! dejó salir de su boca en esta ocasión. Aun así, apretó el botón de llamada del ascensor, sin que por ello se iluminaran las lucecitas que avisaban de su subida y de estar ocupado. Tampoco escucho ruido como consecuencia del movimiento de su mecánica. No se movió el aparato. La casa estaba a oscuras, el jardín sin iluminación y la calle también. Aunque la noche ya casi se había evaporado, las nubes se empeñaban en mantener la oscuridad un poco más. Se dirigió al garaje donde guardaba su vehículo sin que la energía, como el día, diera  luz, obligándole a abrir el portón a mano. Las casas de alrededor, adornadas con sus sombras, transmitían una sensación etérea, y el vehículo en que se desplazaba semejaba con sus faros la luz de una vela móvil, que al proyectarse sobre la ciudad casi a oscuras acentuaba la escasa sombra que proyectaban los edificios fantasmagóricos de una mañana tan rara. En el camino al trabajo no estaban funcionando los semáforos, los conductores de los coches parecían sonámbulos y las emisoras habituales de radio no emitían. Busco en el dial, hasta que encontró una emisora que emitía solamente una frase: “No hay energía en la ciudad y la nuestra se está acabando, confiemos en que pronto se restablezca el servicio”.


       © Samier 2014 10 

2014/10/01

Canelo

Entre un sol de quiero, pero las nubes no me dejan, pues se meaban como el que no se puede contener, transcurrió un paseo fotográfico por la naturaleza sugestiva de Cagoira,  un lugar aún no pútrido por la acción del hombre, aunque ya se había encargado éste de llenar de puentes entre valle y ría, para adornar el paraje de construcciones, ya ruinosas, de una supuesta edad media normanda.

Sorprendentemente, un nadador contra corriente subía el río en un esfuerzo descomunal. Hubo unos minutos titánicos, de lucha contra el molino de viento en que se había convertido el agua, que le impedía avanzar un solo milímetro. Desesperaba verlo, ¡tanto esfuerzo innecesario con riesgo de ahogo!

La tensión se respiraba en las nubes, que  oscurecían el día a un negro cargado de lluvia inminente, mientras un ligero viento frío barría el suelo zarandeando las hierbas altas, hasta que tras unos minutos, una tenue luz de sol empezaba a romper la oscuridad sobrevenida.  Por fin, se pudo ver un avance cada vez mayor en la brazada de esa férrea voluntad, puesta en un empeño de gran nadador, liberándonos así de la angustia de un éxtasis contemplativo que no daba crédito.

No es que fuera confiado, pero el lugar, la bondad de sus gentes y el poco tiempo que pensó pasar en ese, a pesar de todo, paradisíaco espacio, le dio pie al abandono del bolso en el interior del vehículo en que viajaba. Sólo una pareja se le cruzó en el camino, pero hubo otra más que le quebró el día. El aprendiz de brujo no supo leer el tiempo que la naturaleza le mostraba, los hechos que sobre él se agolpaban y que a gritos le declamaba. Seducido por el alba, subyugado en la mañana, robado al medio día, tanto se extasió que canelo atardeció.


© Samier 2014 10 01

2014/09/05

Ni cien palabras eróticas


Me pides que me entregue entero y conduzco el nardo hasta la tierra que me reservas. Lo planto poco a poco para que lo acojas con fuerza y se asiente completamente. Paramos el tiempo, pues la marea de tu mar ya lo zarandea a su gusto. 

Entre flujo y flujo, marea y marea el alba se aproxima a los cuerpos fundidos, que entre sueños y duermevelas despiertan al calor del primer sol, en sus primeras horas de vida... 



© Samier 2014 09 05

2014/09/03

Gato

Me quedo contigo, lector paciente. No dejes de leer nunca.

No sabía qué hacer con el cuchillo manchado de sangre, pero le dio una patada. Miró a un lado, a otro, sintió como la oscuridad escondía unos ojos que le observaban. Se agazapó contra la pared más negra y observó el lugar que parecía ofrecer una salida, hasta acostumbrar la pupila a la ausencia de luz. Pasaron unos segundos interminables y escuchó en el silencio de su corazón unas pisadas que se alejaban del lugar en que se encontraba. No podía saber si había sido visto y lo que era peor, si había sido reconocido. Se levantó lentamente y caminó por las sombras en compañía de la duda que no le iba a dejar dormir.



Se estiró, agudizó los oídos, estiró el cuello y giró la cabeza en todas direcciones. La noche sin luna se había apoderado del silencio. Lentamente caminó fuera del local. Apenas había viento y él se movía en simbiosis con las sombras de las ramas del parque que le conducían hacia el río. Se limpió y decidió volver donde se encontraba el cadáver, tomando más precauciones para no ser visto. Tenía que llevárselo a un lugar más seguro.

Cogió lo que en su propia piel era un fardo. Apenas le arrastró, y en volandas, ágil, lo trasladó hasta el lugar menos visitado del parque en que se había lavado. En el calor nocturno del verano paraba la excavación para observar que no había nadie próximo que pudiera descubrir su trofeo. Rápidamente, hizo el hueco suficiente para no dejar algo al aire, ni siquiera el rabo. Le enterró, y como el que se acaba de quitar un peso de encima, caminó contento, casi a saltos, en dirección a su hogar, donde su ama le iba a estar esperando con el pienso de todos los días. Se acicaló antes de entrar en la casa para no dejar ningún rastro de tierra y se acomodó en su cama esperando el amanecer, cual gato doméstico que era.


© Samier 2014 09

2014/08/26

Ave de adorno no caza
A mis amigos Andrés e Inés, que me lo han pedido.

En pleno verano, quedamos para cenar más de treinta amigos de una red social. En un espacio que aún estaba libre frente a mí, se sentó una mujer a la que no conocía, de aspecto generoso en sus formas y estar aparentemente ausente, a pesar de entrar hablando al restaurante con otros dos comensales que tomaron plaza a mi derecha. Entre vinos que regaba nuestro gaznate y a medida que empezó a hablar la mujer, unos colores fuertes empezaron a adornar su rostro cada vez con más intensidad, transformándole pelos en plumas y boca en pico.

Yo no me podía observar, pues no tenía ningún espejo a mano, pero creo que mis pupilas se dilataron cubriendo toda la córnea, al escuchar y creer ver como de un pico rodeado de colores, en difícil vocalización, pronunciaba frases inconexas con gran variación de ideas, como jamás había escuchado.


La visión duró un nanosegundo, recuperándome tras una sonrisa que delataban mis ojos, pero que pretendía ocultar mi mano, báculo de mí barbilla. Al tiempo, mostraba un interés por lo confundido del monólogo que entraba por mis oídos, y sin dar pábulo a mis sentidos, ni al silencio de los otros comensales próximos con los que había entrado el ahora ave, quise pensar que tanto mi fantasía como mis disminuidas audición e inteligencia estaban jugando conmigo.

Cuando hablaba, no ponía el pico hacia el interlocutor al que se dirigía, salvo al terminar una de sus frases, cuyo punto final marcaba el silencio. Si mirabas el ave a los ojos, o seguías sin decir esta boca es mía, comenzaba otra perorata de negocios en otros continentes, marido que apenas veía, viajes en cualquier momento del año y vacaciones supuestamente de lujo. Me pareció una triste ave, catalogada tiempo ha en la historia del hombre, de pico loco, vuelo de esa vanidad del quiero y no puedo y garras para pescar incautos fatuos.

Volví en mí, si es que alguna vez me había abandonado, y no di importancia al despliegue de tanto color y palabras, que tan brevemente creía haber contemplado.


© Samier 2014 08 26

2014/07/10

40.000 Escalones

(Adiós de un exdirector general en pleitos.)


Hasta los primeros 60 peldaños el café embadurna la pituitaria, después, el edificio rezuma caspa que no logra quitar el aire artificial del supuesto edificio inteligente. A los 120, el paso se decelera para recuperar  el ritmo de una respiración que pide más oxígeno. Abre la boca. Con sus pensamientos va, con sus pensamientos viene, y ya se ve en el escalón 180. Los orificios nasales bien abiertos. En el 200, respiración profunda sin entrar en el despacho,  saluda al entrar,  una llamada y la jornada laboral ha terminado. Así, 2 veces al día, 5 por semana, 20 al mes.


© Samier 2014 07 

2014/07/08

Vuelo

Contemplaba la pequeñez de las personas desde la altura del piso 32. Pensó en cómo sería un vuelo hasta el suelo a la velocidad de 9,8 metros por segundo y adquiriendo más hasta el frenazo en seco, en función de sus pasados 90 kilos. Al principio, podría sentir el vuelo de los pájaros, después el vuelo del hombre bala, también la ceguera al aumentar la velocidad, preguntándose en esos últimos momentos si sonarían sus huesos al romperse contra el suelo. Sería un crack seco, decidió. Roto por dentro, harto por fuera, vio la pesadez del alma fundirse en una nube. 








Foto: Skydiversby. Jay Fleck

© Samier 2014 07 

2014/07/01

Burra

Menuda burra llevaba entre las piernas. Todos lo semáforos los encontraba en verde. Había logrado sincronizarse y les tenía cogida la medida de sus tiempos. Ya no eran un obstáculo para su camino. Los sorteaba de forma lúdica. Hacía el más difícil todavía, se le dibujaba la tensión de las emociones fuertes en el rostro y al terminar la maniobra una sonrisa de satisfacción, de entretenimiento que le salía de dentro, como si se hubiera ganado a sí mismo y sus límites no existieran. Cualquier día vuelo, pensaba. Y se dormía soñando que ya no volvería a tocar el suelo nunca más.

Samier 2014 07

2014/06/26

Doña

Mito erótico en numerosos países, diva, pero sin caer en estupidez ni perder el sentido común de la relación con el mundo, María, cincuentona en películas, curtida de fatuidad ante la adulación, ochenta años, ya no tenía sinsabores. Disfrutaba en un parque del sol de otoño neoyorquino, cuando le pidieron un autógrafo. Volvió la mirada con un fondo de sonrisa y espetó si sabía cuál había sido su última película. No hubo respuesta. Se puso en pie con la elegancia de última estrella  y sentenció que en el cine y en la vida seducir es más importante que agradar.

 







En recuerdo de una mujer libre de México,
María Félix.


@ Samier 2014 06 25

2014/06/24

Abstracto poema antiguo,
Amor de siempre

"Tres por cien"

Revoloteo

Niebla del alma sorda, sin ver, sin ojos
Vuela aspaviento, ensueño de otra realidad
Del mundo que discierne reniega su mentalidad
Creyéndose evadir  rienda suelta da, antojos

Muchos globos en emociones cargados
A los que dice sí, embriagado
Se niega, no se discierne con el placer emplazado
En pequeña cabeza, sentimientos desanclados
 
Despega ardor de nuevo fuego, es lastre cargado
Se hace noche en pleno día iluminado
Lo que se anhela, el alma ha silenciado
Gacha cabeza de cencerro desquiciado

Hedonismo egoísta, encadenado va hartazgo
Abierta mirada ciega, ensimismada, clavada
Noches de metal helado, herida envenenada
Purgadora lava, vida agotada

Revuelta

En nebulosa de mentira, miedo, desidia
Negándose, abre gran herida
Adiós sentido de vida,  que se pierde en huida
Cegado golpean, insidia-cobardía 

Cárcel en años falsamente preñados
Espacio sin alas, sin vuelo bajo el dorado
El aire se niega, camina medio ahogado
Desconfía en cuartetos nunca soñados

Exprime el corazón, ya es congoja
Estalla tormenta sin puerto que acoja
Oscurece el día, viento enfurecido que miedo arroja

Mar hostil que estalla el alma, canalla y floja

Agujero negro, voluntad se lleva
Duele la energía contenida
Condena de horca por traición cometida
Sin volver atrás, sólo hay luz en alma nueva



Retoma

Cardos se retuercen en el alma cobarde
Muere en la nada del vacío presente
Palabras del amor, ausente
Abortadas, pensadas y sentidas tarde, arde

Arde en amor que no quema, sueña y se libera
Calcina sentimientos, son polvo, pura ceniza
Desde hinojos, un rayo le iza
En bríos de amor, y prudente espera

Cronos extiende su manto, elixir
Que no desmemoria del ayer ido
Recobra el más profundo sentido
En tambaleo de primeros pasos, existir 

Esperanza plena en vida,  rejuvenece su mirada
Hace de cada hito en hito lectura infinita
Vuelve alegría en tiempos marchita
Reposa orilla de dicha, amada



@ Samier 2014 06 

2014/06/02

Utopía

Se ató al mástil de voluntad para no dejarse llevar por la belleza del canto, que tenía un “din” de campana puro y un “don” que abarcaba el mundo. Con la habilidad del maestro, tira del cabo de lógica para asegurar el rumbo ante las corrientes de la historia que intentan la zozobra de su barco. Caza las velas ante los vientos imposibles de tradiciones sin mesura, que ponen palos a la rueda de su timón. Atraviesa la niebla de dudas, que se abalanzan como las gotas de lluvia, y avista el puerto de su Utopía que al tocarla desaparece.


@ Samier 2014 06 03 

2014/05/23

Candidato

Lo trataban como al papel de fumar. Una salida de tono y todos le justificaban por su trayectoria… cargada de improperios. Las preguntas comprometidas eran de formulación imposible, por vetadas. Deudor de guiones marcados con palabras huecas y descalificaciones de obligado cumplimiento dirigidas al rival próximo. Los otros no contaban. Encajado en el  programa que no había escrito, de sonrisa exultante ante la cámara de la televisión amiga y apertura de boca en ingesta de delicias gastronómicas, mientras los demás eran destinatarios de sus restos, pedía el voto y se despedía hasta la próxima elección, tras el esfuerzo de campaña.


 










© Samier  2015 05 

2014/05/20

Amante

Contaba con los atractivos físicos suficientes para pasar por una mujer bien hecha, sin tener la belleza de un supuesto querubín, ni el cuerpo de una hurí soñada en la yanna. A esas condiciones añadía su verbo fluido y preciso, de oratoria y entonación delicadas, oportunidad al hablar tras escuchar, esmero en los detalles y en los gestos, y saberse rodear de una aureola de generosidad y espíritu libre, que mostraba en lo que escribía. Cocoflor no se enamoraba nunca. Desde su narcisismo percibía que nadie reunía los mismos atributos que ella poseía. Incluso muerta sonreía coqueta a la vida.


© Samier 2014 05

2014/05/17

Indigesto

Entre el poco espacio que dejaban las nubes cargadas de agua salió ese día un rayo de sol atravesado. Tan propio él, lo había mirado de frente. Quedó herido en los ojos, que cerró instintivamente antes de partir al viaje que nadie puede contar. “No podrás conmigo”, se dijo, mientras sobre el sofá le doblaba en dos el pinchazo en el vientre. “Lo que ha de ser que sea, y si es aquí y ahora, mejor que mañana” pensó con obstinación desafiante. Y quien quiera leer que lea: Salió en ráfaga de metralleta liberándose así del aire que aprieta.


© Samier 2014 05 

2014/05/08

Desidia

Se espesaba la niebla dentro y fuera de los edificios, fenómeno del que nadie parecía darse cuenta, pues todos seguían a sus cosas indiferentes ante la progresiva pérdida de visión de los objetos próximos. Uno preguntaba por el seguro y otro le dejaba inseguro, al pasar el problema a un tercero y facilitar un número telefónico al que llamar, donde daban una solución incierta, pues no se podía molestar a un cuarto, con capacidad de decisión sobre el problema planteado. Navegan en esa nube desde hace más de cien años, con el combustible de unas palabras: “Vuelva usted mañana”. 
...Tarde.

© Samier 2014 05 

2014/05/06

Rutina

Le miró de soslayo, como si no fuera con él, con esa soberbia que da la ignorancia en las personas jóvenes que, sin haber salido aún de la pubertad, se creen el principio y fin de todas las cosas. Ella le devolvió una mirada frontal, sin aspavientos en su rostro,


serena, como el que sabe que caería no tardando en sus brazos, conocedora de la necesidad de independencia que él le transmitía. Sísifo ignoraba su propio mito. Afortunado a pesar de todo, encontró trabajo,  del que sólo se libraría al final de una vida, abrazado a Rutina.



© Samier  2014 05

2014/04/18

Silencio

La orden fue ejecutada con la precisión de la guillotina. Una censura no declarada, pero ejercida con la fuerza que da el poder de gestión del dinero ajeno, el de todos, se apoderó de la sociedad. Tan potente y duradero quedó establecido que los órganos de la audición se atrofiaron. La mudez no tardó en tornarse también sordera y a pesar de que con la vista algunos empezaron a leer los labios sin sonido, pronto surgieron los equívocos por la inexistencia de eco. Languidecía de tristeza esa sociedad condenada a una resignación melancólica. 

Ya no se hablaba de corrupción.


© Samier 2014 04

2014/01/10

Habitación de hotel

El cansancio cargado en su espalda le hacía un arco, que no era del iris, precisamente. Sus manos de huesos doloridos no soportaban el peso de sus lecturas, y así no podía paliar el insomnio de sus ojos casi ciegos. La prematura soledad, ya entrada en años, marcó en el poco tiempo de un día de descanso forzado, las arrugas de una vejez anticipada. Se dejó caer de espaldas, cerró los párpados, cayó el libro al suelo y quedo todo cerrado.

Samier 2014 01