2012/09/25

Una noche de baile


Puse mi mano en su mano, dejándola sobre mi palma. Se alzaron juntas, reposando las señales de su piel en la mía. Miraba fijo su rostro mientras sus ojos volaban sobre mi pecho. Con mi otra mano, apenas mis dedos tocaron la parte alta de su espalda, su  cuerpo dúctil quedó a la distancia del calor sin roce de cuerpos. Supimos que podríamos vibrar al ritmo del tango. Ni la luna fue capaz de interponerse entre nosotros mientras duró la noche, en el equilibrio frágil de sensibilidades entregadas. Amaneció en el tiempo de tu lectura.

©Samier  septiembre  2012

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