2012/05/24

La Casa Vacía

 La casa de enfrente, abandonada tras el último grito de una niña de cinco años que recogía precipitadamente su muñeco de sueños antes de partir y no volver jamás, fue el recuerdo que me produjo el último pinchazo de vientre. Doblado sobre mis rodillas, alcancé la cama con gran esfuerzo. Permanecí en posición fetal desde el abandono del último sol hasta el primer rocío, acompañado de una obsesión premonitoria y de la vista constante de la ruina.
En la última voluntad

Un acuerdo sordo y mudo de equivalencias era corroborado entre la apariencia  que se ofrecía a la vista y el dolor solitario. La metástasis cancerígena de las células se sincronizaba con el deterioro progresivo que el cambio del tiempo causaba en la casa que veía desde mi cama.

Me anunciaron mi transformación definitiva en cuestión de días, pues algunos ganglios estaban claudicando ante la confundida reproducción celular. A la vuelta de aplicarme la radioterapia las ventanas de la casa de enfrente aparecieron enladrilladas, las malas hierbas habían echado flores y un viento frío de un incomprensible verano se metió en mi cuerpo dejando mi alma vacía, como la casa de enfrente.

                                                                     Descanso en paz.
 

Samier. Mayo del 2012.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Jopestres! ¡Lo que dan de sí doscientas palabras! Gran ovación, Samier.

Maribel de la Cruz. dijo...

ufff,conmueve,agita,altera los sentimientos. Enhorabuena.

Manuel dijo...
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